1_ Lo primero que hay que hacer antes de emplearnos en cualquier ejercicio práctico es seleccionar un vestuario único para el trabajo, diferente al resto que tengamos. Es importante sentir el ambiente de cada lugar y situación de cada momento en nuestro cuerpo y la ropa que llevamos (cómo de ajustada es, el color, el material del que está hecha) juega un papel determinante. Cómo nos vemos, cómo sentimos el tacto del textil, cómo acompaña nuestros movimientos.

Esta indumentaria deber ser exclusiva de la labor escénica y solo ha de vestirse una vez nos encontremos en el espacio de trabajo. Cuando terminemos la jornada, se volverá a quitar y nos pondremos nuestra ropa habitual.

2_ Lo segundo es limpiar el espacio de trabajo. Necesitaremos un cubo con agua fría y un trapo. Introducimos el trapo en el cubo, lo estrujamos y comenzamos a recorrer el espacio de un extremo al otro; una vez llegado al otro extremo, se vuelve a mojar y escurrir el trapo para reanudar la acción. La manera de fregar será cogiendo el trapo con ambas manos y, con el cuerpo en posición de “pirámide” (o V invertida), lo arrastraremos de modo que solo toquemos el suelo con manos y pies, manteniendo la espalda recta.

Esto no se realiza exclusivamente para tener el espacio limpio, sino también como una parte del trabajo puesto que existe un ejercicio de concentración en el proceso. No podemos ejecutar los movimientos de forma mecánica sino con una alta concentración que nos permita realizar la tarea de forma concienzuda, teniendo en cuenta la perfecta posición del cuerpo en todo momento y procurando una imaginación activa que dé un propósito a cada uno de nuestros movimientos. Esta primera actividad, ejecutada en un silencio total, prepara a nuestro cuerpo y mente para la jornada de trabajo.

Yoshi Oida introduce el concepto de Samadhi – de la filosofía budista – con esta instrucción. Significa concentrarse en una única acción cuando esta se esté realizando, desechando cualquier pensamiento secundario e impidiendo la divagación intuitiva que desarrolla nuestro cerebro al realizar tareas físicas. Esta concentración máxima se traduce en un estado de trance imprescindible para el trabajo del actor. Este acercamiento al trabajo físico se extrapola a cualquier ejercicio corporal que realicemos: desde lavarnos los dientes hasta levantar pesas.

Para concluir: la actividad física nunca puede ser mecánica, debe prestarse especial atención a la imaginación.